CONVERSACIÓN CON HAROLD ALVARADO TENORIO
POR MARTÍN MORENO
La música de Tschaikovsky se parece a Harold Alvarado Tenorio. Sensible y exasperado. El placer, el dolor, el mundo y la historia han sido su laberinto. En medio de la preocupación por el secuestro de su tío Rogeiro Tenorio, conversó sobre la revista de poesía que dirige, y la vida, que no mide por erudición ni soberbia.
SOMOSVALLECAUCANOS: ¿Qué recuerdos guarda de su infancia?
Harold Alvarado Tenorio: Yo nací en un barrio popular de Buga, el barrio Santa Bárbara, pero muy niño fuimos a vivir en el campo y los años que pasé en Buga fueron prácticamente vividos allí. Mis mejores recuerdos de la niñez tienen que ver entonces con vacas, caballos, ríos, inmensos árboles que ya no existen en el Valle del Cauca, un mundo de idilio como uno puede leerlo en María , el libro magistral de Isaacs, que por cierto es el vivo paisaje de mi niñez. El destino me dio una infancia placentera, sin mayores dificultades, gracias a que fui protegido desde niño por un tío, hermano de mi madre, que había logrado salir adelante luego de vivir años de miseria. Mi tío Rogerio Tenorio tiene hoy 83 años y está secuestrado, sin que sepamos nada de él. En medio de esas labores del campo, sembrando alfalfa, cosechando tomates, lavando los inmensos galpones de las gallinas o cuidando los establos del ganado pasé las más felices horas de mi niñez. Tengo nostalgia de esos árboles, esas acequias, esas quebradas, ese inmenso río Cauca y su laguna de Sonso, esos atardeceres, como aquel del día en que asesinaron a Kennedy que estaba lleno de arreboles y presagios de tormenta.
S: ¿Y de su adolescencia?
H.A.T: Cuando me botaron de todos los colegios de Buga mi tío me trajo a Bogotá para intentar que terminara mi bachillerato. Desde ahí los paisajes que han determinado mis sentires han sido los paisajes urbanos. He vivido mi adolescencia y mi vida entera en grandes ciudades, grandes no solo porque lo eran o lo son, sino que aquella Bogotá de los años sesenta, así llegara por el norte solo hasta lo que hoy se conoce como El Lago, era ya muy grande, pero no era, no pudo ser, a pesar de todo, de las virulentas luchas políticas y la pobreza de entonces, la violenta ciudad que es hoy, con sus miles de indigentes y miles de comerciantes de drogas, y miles de corruptos y miles de delincuentes de todos los cuellos.
Berlín era en los años finales de la década de los sesenta un lugar apacible, encantador, lleno de parques y con una avenida Kufurstand donde podía uno pasearse a cualesquiera hora del día o la noche y nada iba a sucederle, y eso que eran aquellos los tiempos del grupo Bader Main Of.. Y qué no decir de Madrid, la Madrid de los años de oro del franquismo, cuando los españoles comenzaron a conocer el dinero y los placeres del capitalismo. Luego vendrían New York en los ochentas y Beijing en los noventas. Otros dos momentos del siglo veinte. Tan distintos en violencias humanas a las nuestras, a esa crueldad que es hoy nuestra vida, cuando ser colombianos es ser escoria, infamia, crimen, todo resultado del narcotráfico y la perversión de las ideologías.
S: Su obra demuestra una gran erudición. ¿Quiénes son sus maestros?
H.A.T: No creo que yo sea un erudito, no sirve de nada la erudición, saber datos por saberlos. Yo he escrito sobre temas y asuntos que me interesaron en un momento determinado. Y me he ocupado de los autores que me han gustado. Mi obra, si así pudiese llamarla viene de Borges. Es una vil copia, un sucedáneo de su magna obra. Yo fui, desde aquella mañana cuando descubrí sus libros en la Biblioteca Luis Ángel Arango, que estaba a la vuelta del colegio de mala muerte donde hice mi bachillerato, un devoto de su manera de escribir y poco a poco fui aprendiendo algo de su manera de ver el mundo. Él fue mi maestro. Y si alguna cosa que yo haya escrito tiene el mérito de divertir a alguien, se lo debo a él, y por supuesto a mi terquedad al frecuentar su obra. De los chinos de ayer y de hoy aprendí que el más grande don del hombre es la humildad y el silencio. Y saber, para siempre, que debemos servir a los desamparados, a los excluidos, a los mortificados, a los que les ha sido negado el derecho al placer y la tranquilidad, desde muy joven, de la poesía escrita en inglés, de las obras de Eliot y Pound, a quienes he leído con fervor. Y por supuesto a Octavio Paz, cuya obra casi completa recorrí alguna vez, pero también a los maestros de Borges, a don Alfonso Reyes y don Pedro Henríquez Ureña. Yo no he leído, como Juan Gustavo Cobo Borda, por leer. He leído en autores que me ofrecían placer, y que he admirado como escritores.
S: Usted tiene un poema llamado Santa Fe de Bogotá. Habla de gente furtiva, indiferente, triste. ¿Desde cuando lo escribió hasta hoy ha cambiado la visión de la ciudad?
H.A.T: Ese poema lo escribí hace ya treinta años. En aquel entonces Bogotá no parecía tener un futuro y era una ciudad muy fea, al menos el centro se había convertido en un lugar de pauperización y aquella avenida séptima que habíamos conocido llena de gentes cubiertas de la cabeza a los pies de colores oscuros y de maneras ceremoniosas era ahora un lugar de gentes apresuradas y asustadas. Y allí, en medio de tanta tristeza aparecían de repente los políticos, la carroña que nos carcome, luciendo sus pretensiones y vanidad. El poema está inspirado en un supuesto hombre de izquierdas, pobre en el vestir, mendigo de almuerzos y ambiciones, que ya mostraba la catadura real de su destino: habría de engrosar las filas de los partidos que mas decía odiar, era un revolucionario por carencia de fama y dinero, no por convicción o voluntad de servir a los humildes y desheredados.
S: ¿Qué piensa del Festival de Arte de Cali y cómo ve el proceso cultural de la capital vallecaucana?
H.A.T: El Festival de Arte de Cali es una institución privada con un inmenso ánimo de lucro, que vive del dinero público y lo distribuye con suprema arbitrariedad, sólo y en exclusivo para dar lustre a la vida cotidiana de unas damas de alta sociedad a quienes el mundo real no interesa. Que ironía. Ser mecenas de artistas, en general de otros mundos sociales lejanos a nuestras miserias, pero gracias al despilfarro del escaso dinero que nuestros gobiernos asignan a la cultura. Pero ese no es el único de los casos. También otras damas de la cultura reciben fondos estatales para dar lustre a sus ya prolongadas existencias como marchantes, teatreras, locutoras de radio y televisión. El Festival de Arte de Cali es un aberrante símbolo de la perversión de nuestras costumbres. Cali es una ciudad donde la cultura es despreciada desde las más grandes alturas de la soberbia humana. El Valle del Cauca es hoy un lugar de maldad y odio.
S: Cuéntenos algo de su Premio Simón Bolívar.
H.A.T: No recuerdo el año, pero fue durante los años que colaboré con Juan Carlos Pastrana en La Prensa. Fue una sorpresa; yo nunca concursé por ese honor, que a decir verdad y con justicia no es gran cosa en un país donde se han dado honores a tantos farsantes y timadores en una profesión como el periodismo. Creo que me concedieron esa distinción porque había entre el jurado algunas personas que les parecía simpático que yo hiciera una página como la Página Ocho Cultura de La Prensa donde por casi un lustro publicamos cientos de escritores desconocidos entre nosotros e hicimos una página de poesía semanal como no ha tenido otro periódico en Colombia. Y no exagero ni miento. Juan Carlos Pastrana es un hombre sumamente inteligente y progresivo. Y me dejó no solo escribir lo que quise sin llegar a censurarme así escribiera contra el presidente de la república o contra los senadores o los poetas, sino que me permitió difundir a muchos narradores, ensayistas, cronistas y poetas de América Latina y España.
S:.¿ Y el premio internacional de poesía Arciprestes de Hita?
HAT: es una historia muy sencilla. Estando yo en Madrid, creo que en 1984, convaleciente de un delirio tremendo causado por mis frecuentes borracheras con guizque, un día Carlos Jiménez me dijo que había visto un aviso de un concurso de poesía de Jaén, que tenía un bonito nombre: Arcipreste de Hita, que bien podía darme lustre. Y así como quien no quiere la cosa nos fuimos hasta una fotocopiadora, hicimos copias de algunos de mis poemas, juntamos un atado de ellos y los enviamos bajo el rotulo de El ultraje de los años, en honor, otra vez a Borges. Y cuál nos sería mi sorpresa que me dieron el premio, cosa que no creí hasta cuando no ví impreso el libro y me enviaron la plata, dos millones de pesetas y una suerte de trofeo. Tal fue mi incredulidad respecto de ese premio que no fui a Jaén a recibirlo, así Jiménez me insistiera en ello. Quizás también temía a la borrachera que podía darme en esa fiesta. Hoy parece que sigue siendo un premio de alguna prestancia. Y por qué no decirlo, me gusta eso de Harold Alvarado Tenorio, premio Arcipreste de Hita de poesía.
S.V: ¿Cómo ha sido la experiencia en Arquitrave, la revista de poesía con la que trabaja actualmente?
H.A.T: Arquitrave es una aventura reciente. Es una revista bimestral de poesía que se hace en papel y se cuelga en la red. Vive en exclusivo de sus suscriptores y no tiene avisos ni recibe, al menos hasta el momento, apoyos ni oficiales ni privados. Cosa que espero llegue a cambiar algún día, pues la cultura debe ser apoyada por los poderosos, y recibir mecenazgos libres y libérrimos. Puede verse en www.arquitrave.com pinchando en revista. Allí también se encuentran las condiciones y los valores de la suscripción. Publico solo poemas inéditos y no me publico a mí mismo. Yo hago la selección de los textos, hago la diagramación, la imprimo, hago los terminados y la distribuyo y pongo al correo. Es un oficio y una tarea para un marginado de los poderes de este mundo y en especial de los ritos sociales de una sociedad perversa como la nuestra, donde el arte y la gente decente no salen en las páginas del corazón de los diarios y las revistas semanales.
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