Actor en El Tiempo :
''En Cali es mas Facil Sonreir''
Una noche pegajosa llegó Fitzcarraldo en canoa, como un tigre de Bengala, a la premier de Giuseppi Verdi en una región precaria, lejana y selvática de América. Esta expectante escena del Director alemán Werner Herzog fantasea el recuerdo del periodista caleño Diego León Giraldo, partiendo ansioso de París hacia a un teatro Italiano para ver el primer Hamlet negro de su vida. ''El viaje duró toda una noche, hasta Milán, donde estuvimos para la rueda de prensa y enseguida en primera fila para aquel estreno de la obra teatral'', cuenta Giraldo.
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La memoria brilla en sus ojos y los escenarios en su mente. Más que Sub-editor de la sección de Televisión de el periódico El Tiempo, Diego León es periodista cultural, una mezcla de literato y relacionista público, de soledad y cocktail. Pero más que eso, Diego León se ha formado como amante obsesivo del teatro, un amor sordo y profundo que lo ha resuelto a salvar cada día el arte de lo cotidiano. De ahí, esa convicción cuando afirma que vivimos una realidad y sin embargo nos aferramos a los sueños.
Esos mismos sueños cansados de recorrer enteros las calles de Cali. Las avenidas, los cruces y los intersticios con sus encendidos parques por donde anduvieron él y un almuerzo de sancocho y algún pasaje absurdo y melancólico del dramaturgo irlandés Samuel Beckett.
Él y su imborrable película Los Puentes de Madison, con todo y su queridísima actriz Meryl Street merodeando en puntitas por su cabeza como una pájaro de fuego, sí, como una bailarina de Ballet. La ciudad y su luminosidad abrazadora, adonde su inconcebible deseo de conocer el mundo se hacía ansias de nieve, mientras el iba ajetreado y como sumido en un millar de cosas, sus estudios de Comunicación Social en la Universidad del Valle y de allí corra mijo para el periódico Occidente, para cumplir con su trabajo de medio tiempo, y luego, salga para el Instituto Popular de Cultura, del norte a San Fernando alto, donde estudiaba teatro.
Hace diez años Diego León llegó a Bogotá. Piensa que aquí no hay tanto tiempo para sonreír como antes y que no se notan tanto los colores ni el desenfado de la gente al caminar, como en Cali. Antes de marchar definitivamente de Cali trabajó en el periódico El País, al que renunció para conocer por fin Suramérica. Entonces fue cuando llegaron Buenos Aires, Montevideo, Ecuador y Perú y terminó como espectador en el cuarto Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá y luego se hizo con el puesto de Jefe de Prensa del monumental evento y con la amistad personal de su organizadora, la argentina Fany Mickey, por quién guarda gran admiración.
Vuelve a Cali pero de algún modo logra quedarse en Bogotá. ''Me encanta mucho el frío. Además me desanima la ausencia de una vida cultural rica en Cali, por falta de políticas culturales serias. Cali es una ciudad con gente brillante, con excelentes escritores, pintores, actores, con un patrimonio universal como el TEC, y me entristece que ahora Cali sólo sea identificada con la rumba. Porque por ejemplo, la única escuela de Ballet seria que hubo en Colombia estaba en Cali pero sus bailarines terminaron tristemente como profesores por falta de esa proyección de la que hablo'', concluye y se marcha a la realidad del periódico, de lo inmediato, pero también al abrazo de sus sueños.
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