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SUELE SUCEDER.
por Ana María Castro Roldán
Suele suceder cuando se tienen tantas ganas e inspiración. Uno pone las ganas y el universo entero conspira para lograrlo. Entonces un milagro así empieza por el corazón de uno y sigue en el corazón de otros hasta que se hace realidad de la manera menos esperada. Hay que estar atento, dispuesto, pero no ansioso. Todo se dio, todo lo dispuso Dios para que se diera un encuentro entre su creación, montañas verdes, árboles verdes, la madera de los árboles y el cielo de varios azules, y una soledad que era más de lo que uno puede pedir para estar a plenitud con el silencio y consigo mismo.
Ocurrió hoy mientras viajaba de Cartago a Toro en tremenda nave prestada, nave voladora, cuyos amortiguadores también contribuyeron a tener ese éxtasis total. Fue el reencuentro con el Norte del Valle, y al llegar, encontré a los tíos, a los primos, Marta Roldán sentada, animosa y guerrera como siempre a pesar de su limitación, con mucho humor, despachando desde su sitial preferido de su casa, sin faltarle sus lúcidos comentarios, Aurorita Becerra a quien la pena le está secando el corazón, le está quitando el aliento del habla y le está apagando la luz de su vida, mi tío Gerardo tan anecdótico y sin afanes como siempre, lo que le ha permitido ser menor de edad ahora que tiene 85 años, mi tía Mercedes tan lozana como una virgen y tan dulce como ella misma, mi tío Mario recorriendo sus años nuevos, recorriendo el tiempo quieto, recorriendo las calles que recorre con su nieto y que para él quedan vacías cuando el nieto Mario Esteban se le va a Cali, mi tía Ruth completamente revitalizada y sonriente, mi primo Lucho que es el hombre más saludable y reconocido en Toro, más que Jorge Barón, mi primo Enrique Marmolejo ocupado en sus relaciones familiares, en culminar la transformación de su casa que va a quedar como hotel de la familia, con una elegante fuente en el patio central, su esposa Irene, natural, espontánea, juvenil, sensual, exótica y con mucho calor humano. Oscar Buenaventura y Beatriz Castillo, los otros anfitriones excepcionales que tenemos en Toro, tenían la puerta cerrada, lo que hace suponer que andaban de correría o que la siesta se prolongó más allá del mediodía.
Mi primo Mario Alberto Castro y su mamá Adiela, poniéndole coraje a la vida, sacando fuerzas de su silla de ruedas para no perder los sueños, para no desprenderse tan fácilmente de sus ventitantos años y Dolores Rangel, la vecina de mis bisabuelos, una señora que se camina al tiempo al revés y que a pesar de sus 100 años no necesitó aprender abrazoterapia para que le nazcan del corazón unos abrazos que abrigan el alma y el retorno a la ciudad en donde soy una más y en donde no encuentro las puertas literalmente abiertas para entrar al fondo de las casas a buscar la vida, a buscar la gente, a encontrar las uvas. Bueno, en este apartamento de mis primos tampoco hay necesidad de timbrar porque mantiene la puerta ajustada. Este viaje fue otro regalo de ellos, mis patrocinadores y mecenas: el médico Javier Fernando Moreno Marmolejo y su querido y bella flor : Magnolia Parra Peña Velasco. Con esto me dieron regalo de cumpleaños, de amor y amistad y hasta de Navidad. Mis padres esperaban por mí y por la parva. Hoy estaría cumpliendo 92 años de vida mi tía Alicia Elena Piedrahita de Roldán-Posso, una mujer a quien hay que nombrara como "la bondad". Fue un maratónico viaje y suficiente para regresar con el verde en los ojos, verdes de la felicidad. El pueblo se prepara para sus fiestas patronales. A todos los espera. A la prima Connie Roldán Castillo que vino a visitarnos también en maratónica carrera, después de casi diez años y trajo intacta su dulzura a pesar de una vida laboral tan ardua en E.U. que es difícil de describir, le deseamos muchos éxitos y un pronto regreso, que no pase otra década.
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