LA ORILLA DEL DELIRIO
por Martin Moreno
Yo he sido Homero; en breve, seré Nadie, como Ulises; en breve, seré todos: estaré muerto.
Borges, El Inmortal.
Ese símbolo de La Masa aparece agrupado tras la oscuridad. Había llegado de Cali. Aguardaba su motivo, como las multitudes: luces, música y danza. De repente, partículas disparadas sin rumbo, uno a uno, los integrantes se desprendían del conjunto y bruscamente trazaban una esencia aislada, perdida. Cada ondulación, vibración y contoneo de sus cuerpos era una búsqueda angustiosa en mitad del caos.
Y sus miradas. Sobrecogía verlas evitando abismarse sobre si, la nada sin fondo arrancándolos, como si la tierra se los tragara y el delirio los poseyera en pleno tablado. Entonces se deslizaban, transmigraban, saltaban hacia el otro, lo mismo que la esperanza cuando se proyecta.
De repente, los integrantes del grupo Danzados, flotan, caen en una música melancólica; acompasados con la tristeza de los violines apaciguaban el movimiento, y el público, absorto en la función de danza contemporánea, seguía escrutando el significado mudo de aquella representación artística a la cual se vieron arrastrados durante tres días en Bogotá.
Una Magia, Otra Dimensión
Sus ojos acarician el vacío, inclina delicadamente la cabeza y su cabello rojo baña toda la blancura de Carmen Rebellón. ''Danzar es una magia, otra dimensión y otro espacio donde el tiempo de afuera queda suspendido''. Bajo ese tono dulce de su reflexión hay una convicción sutil. Al danzar siente abandonarse al sentimiento de paso, a veces como que se desborda todo eso, dice, y alcanza uno a comprender el hecho estético de su presencia en el escenario, aquella Carmen descansada en el arte, la gratitud que guarda hacia el impresionismo, a las novelas como con las de Saramago, al que tanto admira, como el cine, la música, desde luego.
El Cura '' Hamletiza''
En algún lugar de la noche consideró Andrés Cárdenas: el sentimiento religioso es el presentimiento místico de los artistas. Debió estremecerse como príncipe danés, pues por vez primera lo violentó el instinto de abandonar su sacerdocio. Como Abraham, en mitad del camino lo asaltó la duda, el temor a algo tras la muerte. Naturalmente su nobleza no lo llevó a las pompas de la liturgia y sí por los senderos del arte, donde también encontró cabida para su vocación de enseñanza. ''Con la danza puedo transmitir mis sentimientos, por ejemplo, la tristeza de un hombres, que es menos delicada que la de una mujer''.
Se cruzan lógica y poética en su vida, que alimenta con imaginación. Es estudiante de ingeniería de sistemas y no tiene inconveniente en danzar y programar computadores pues de igual forma siempre está a la búsqueda de una nueva posición, un gesto o una mirada.
|
OTROS ARTÍCULOS
|