EL
VALLE
Y pensad tiernamente en
mí; y cuando os toque
el turno de beber, acordaos de aquel que fue y ya no existe.
Omar Khayyam, Rubaiyat XLIV
AZÚCAR, MANJAR DEL PARAÍSO
Los bebedores distinguidos escancian aguardiente
Blanco para mojar sus labios de historia.
Al cabo de varios años de conquistas, Sebastián
de Belalcázar viajó nuevamente a España
buscando la bendición de los reyes para gobernar Popayán.
Regresó al Valle del Cauca, hace 460 años, con
su nombradía de Adelantado, el ansia del Dorado y la
Caña de Azúcar con que producen el cristalino
licor que parece un espejo sin reflejo.
La leyenda del oro se desvaneció como
la noche. El paraíso era el destino de Belalcázar.
La fortuna le deparó, junto a su capitán Pedro
Cobo y al mercader Gregorio el Viejo, un verde Valle moteado
de flores donde erigieron Cali, una ciudad entre el resplandeciente
mar y la cordillera. La Caña sembrada por todo el Valle
del Cauca era lamida por la brisa del océano pacífico
como una rosa de lujuria, y según el economista e historiador
de Cali, Edgar Benítez, en su libro Historia del Desarrollo
Urbano de Cali, la construcción de la capital vallecaucana
fue diseñada como una salida al puerto de Buenaventura,
por donde llegaban las carabelas.
Fue época de miel y ambrosia, mil quinientos
sesenta y tres. El dorado manjar era el principal extracto
de la planta. Como los vientos corren entre 14 y 34 grados
hacen que todo el año maduren las plantaciones que
actualmente producen 35 mil empleos directos en la Región,
y de las cuales, un millar de empresas de bebidas, alimentos
y licores del mundo extraen el azúcar para endulzar
sus productos.
El Quijote sería un japonés cuatro
siglos más tarde en estas dos mil hectáreas
de Caña cultivadas en el Valle del Cauca. En Tokio,
el avezado lector Takeshima abandonó su identidad igual
que Alonso Quijano ante Sancho Panza. Al terminar su amada
novela María, partió en busca de esos 40 municipios
y 4 departamentos vallecaucanos tapizados de Caña y
capturados con romanticismo por Jorge Isaacs. El oriental
fue empleado en el Ingenio Manuelita, y de paso, abrió
el éxodo de los japoneses al departamento.
En los días de la conquista la miel
se exportaba en zurrones de cuero hacia Panamá, cuenta
el erudito abogado Guillermo Barney Materon. La Asociación
de Cultivadores de Caña de Azúcar de Colombia,
Asocaña, para la que trabaja Barney, informó
que las exportaciones de Caña el periodo pasado fueron
equivalentes al 1.75% de las exportaciones totales del país,
siendo Chile, Curaçao, Jamaica, Bulgaria y Canadá
los principales destinos.
Los tres trapiches donde procesaban la Caña
de Azucar los españoles germinaron. Hoy son casi 200
empresas de tipo agrícola, industrial y de insumos,
los cuales dependen un 90 por ciento de la industria azucarera,
y cuyo rendimiento comercial, alcanzó el segundo nivel
más alto de los últimos 20 años. En la
actualidad, la siembra de la Caña de Azúcar
es compartida por 13 ingenios con rendimientos superiores
a las 13.2 toneladas de azúcar gracias a la espesura
verde, húmeda y cálida de esta tierra.
Los latifundios de Gregorio el Viejo y de la
familia Cobo eran enormes. Cubrían casi todo el Cerrito,
municipio de mecateras que florecen en diciembre al norte
del Valle; ocupan su lugar el Ingenio Manuelita y parte de
las tierras del Ingenio Providencia. Barney calcula un millón
de personas en la región vinculadas a la vida de los
ingenios, que tienen el 25 por ciento de la propiedad de las
tierras; el resto, dice, son aproximadamente de mil seiscientos
proveedores.
Fray Bartolomé de las Casas se apiadó de los
indígenas prolongando la esclavitud de los Orichas
africanos, quienes fueron destinados al corte de la planta
en los soleados cañaduzales. Los jesuitas desvincularon
al indígena del proceso. Los suplieron unos maestros
de azúcar traídos por Gregorio el Viejo, que
enseñaron la fundición en pailas, manejos de
trapiches y procesos de cristalización de la miel.
Ese proceso es comparado, por su grado de innovación,
con la tecnológica producción que ahora vive
el Valle del Cauca en azúcar ligth, fortalecida con
calcio y orgánica.
El sembrado de la caña de azúcar
es exigente en agua. Por eso sólo fructificó
la primer plantación de Belalcázar en Yumbo
hasta que la extendió frente al río Amaime.
Sin embargo el Valle del Cauca es un departamento hídrico
por excelencia. El sector azucarero cuenta con 14 asociaciones
comunitarias con asentamientos en la cabecera de los ríos;
y Corpocuencas, Corporación para las cuencas del Valle
del Cauca, es otra entidad que reúne 50 organizaciones
más de esta índole. Ellas conservan y velan
por el medio ambiente mediante programas de respeto por la
reforestación, la fertilización (se paga por
cada árbol sembrado) y limpieza.
La asociación Asobolo, que trabaja las
52 mil hectáreas del río Bolo, ocupó
el octavo lugar entre 800 participantes en el tercer foro
del agua en Kyoto, Japón. Y el año pasado las
asociaciones Asofraile y Asodes fueron galardonadas con el
premio Planeta Azul, que entrega el Banco de Occidente. Esto
sólo demuestra un manejo técnico y práctico
de las cuencas, una preocupación por evitar la erosión
de los bosques y la contaminación del aire que reflejan
la hermosura de la naturaleza vallecaucana.
La paradisíaca geografía
vallecaucana constituye la prosperidad de la región,
su producción agrícola y su permanente mirada
hacia el mar pacífico, los corteros y los campesinos.
Por eso la investigación de la industria azucarera
en mecanismos que preservan el medio ambiente, en las cuales
están involucrados cañicultores, ingenieros
y demás empresas, hacen de esta una región pujante
que piensa en el futuro .
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